viernes, 7 de agosto de 2009

Crisis mundial de alimentos: entre la demanda y la especulación

KON ESTO SE ENTRETENDRAN PARA LEER

Más que de disponibilidad, el problema de alimentos es la incapacidad para adquirirlos de los países más pobres y de los sectores más marginados en cada país. Se impuso una reconfiguración del mercado de alimentos y materias primas que destruyó el carácter autosuficiente de muchos países. Este proceso fue acompañado por el desarrollo de un mercado de estos productos cada vez más oligopólico y controlado por el capital internacional. El orden mundial, desigual e injusto que condena a tantos seres a la pobreza y el hambre, también provoca una destrucción colosal de los recursos naturales y la contaminación del ambiente, desatando procesos de degradación ambiental mundial como el cambio climático.

Las causas estructurales de la crisis alimentaria están relacionadas con las políticas neoliberales aplicadas indiscriminadamente en el transcurso de los últimos treinta años a escala planetaria, que son las responsables de la situación actual.

La situación actual y permanente, reside en la estructura excluyente, en la inequidad del sistema capitalista, que condena a millones de seres a la marginalidad, a la pobreza y solo existe para garantizar que la riqueza siga concentrándose en los pocos millonarios y en las grandes corporaciones mundiales.

El problema no es que falten alimentos en el mundo, sino que estos están en el lugar inadecuado y a un precio que los más pobres no se pueden permitir. La crisis alimentaria actual, tienen mucho que ver con la especulación del capital financiero internacional y el monopolio del mercado de combustibles.

El mundo registra una crisis de alimentos, tal como lo atestiguan diversos informes de organismos multinacionales. Crisis caracterizada por la escasez y carestía de productos alimenticios. Se estima en casi mil millones la cantidad de personas que sufren hambre en el planeta. Ya desde antes de la crisis, como expresión de la característica inhumana del sistema mundial, se estimaba en ochocientos cincuenta millones la cantidad de hambrientos en el mundo.

Más que de disponibilidad, el problema de alimentos es la incapacidad para adquirirlos de los países más pobres y de los sectores más marginados en cada país. A esa limitación para adquirir alimentos de las naciones subdesarrolladas y los pobres del mundo, se suma ahora la escasez y la carestía (1).

El precio de los cereales se ha elevado vertiginosamente, haciendo que los países más pobres sufran carestía –por no poder pagarlos- de los alimentos más básicos, que en muchos casos es su único alimento. Hasta el 80% del gasto en cada hogar en los países más pobres se dedica a los alimentos, comparado, por ejemplo, con el 15% de aquellos en EE.UU.

En el caso del arroz, por ejemplo, el precio se ha duplicado. El malestar en los países más golpeados por la crisis ha provocado ya disturbios de mayor o menor intensidad en Camerún, Senegal, Egipto, Etiopía, Haití, Indonesia, Italia, Costa de Marfil, Mauritania, Filipinas, Tailandia, Uzbekistán o Yemen, y amenaza con encender el conflicto en otros lugares.

Un creciente número de expertos consideran que la producción global de cereales no ha disminuido, pero no descartan que se esté produciendo una especulación alimentaria por parte de quienes almacenan grano para encarecer su precio y hacer dinero con ello.

¿Por qué se han disparado los precios de los alimentos básicos? Se trata de un cúmulo de causas:

Europa se ha visto castigada con cosechas pobres desde 2005.

Australia, uno de los principales exportadores de arroz del mundo, sufre el sexto año de sequía, que ha diezmado su producción.

La creciente demanda de biocombustibles elaborados con maíz para luchar contra el cambio climático y como alternativa al encarecimiento del petróleo.

El crecimiento económico de China e India los convierte en devoradores de materias básicas. Si bien es cierto que la demanda está creciendo gracias al desarrollo de China y la India, esto no explica la actual carestía de los alimentos. Por una parte tanto en China, India y en general más de la mitad de la población mundial, la alimentación básica se obtiene a partir del cultivo del arroz, un cereal que no se ha utilizado tradicionalmete como Biodiesel, prefiriendose en cambio el maíz. Por otra parte el total de la producción alimentaria destinada a los biocombustibles es una parte ínfima respecto al total producido, de forma que no explica el enorme aumento del precio de los alimentos.

El descenso en el porcentaje de PIB invertido en agricultura en todo el mundo.

Es posible que el impacto del cambio climático ya se esté notando en las malas condiciones climáticas que están golpeando las cosechas a nivel global.

El aumento del precio del petróleo encarece el combustible utilizado por la maquinaria agrícola y en la fabricación de fertilizantes, así como en el transporte de los insumos que son utilizados en la producción agropecuaria y de la cosecha.

Se señala como otra causa de la crisis actual de alimentos la inmensa cantidad de tierra en el mundo que se utilizaba para producir alimentos y ahora se dedica a cultivos para producir el llamado biodiesel, o combustible fabricado a partir de productos como el maíz, caña de azúcar, higuereta y otros.

Es decir, alimentos que en lugar de ir a satisfacer las necesidades de los mil millones de hambrientos se utiliza para quemarlo como combustible en los vehículos y las fábricas.

Debe reconocerse que, afirmar que la producción de biocombustibles es la causa de la crisis alimentaria solamente refleja la parcialidad respecto a los mercados económicos actuales.

Las causas estructurales de esta crisis están relacionadas con las políticas neoliberales aplicadas indiscriminadamente en el transcurso de los últimos treinta años a escala planetaria, que son las responsables de la situación actual.

La especulación, la liberalización del comercio agrícola y las prácticas monopolísticas de los conglomerados empresariales que dominan el sector son las causas del fuerte repunte de los precios de los alimentos en todo el mundo. La población mundial aumenta y el desarrollo de países como India o China incrementa el número de personas con capacidad de consumir mucho.

Instituciones como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI), con los Estados Unidos y la Unión Europea al frente, han sido sus máximos promotores. La aplicación sistemática en los países del Sur de políticas de ajuste estructural, el cobro de la deuda externa y la privatización de los servicios y bienes públicos han sido una constante en este periodo, junto con la liberalización comercial fruto de las negociaciones en la OMC y los tratados de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea (2).

El índice de precios de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que mide el coste en el mercado de cereales, lácteos, carne, azúcar y aceites, fue un 57 por ciento más elevado en marzo de 2008 que hace un año.

El problema actual tiene raíces muchos más profundos, siendo un problema estructural de cómo hemos organizado la economía global. Los alimentos como los cereales, el café, el azúcar, se compran y se venden años antes de su producción, en el llamado “Mercado de Futuros” de Chicago. Allí se fijan los precios que se pagarán a los campesinos productores de la cosecha del año por venir, iniciando un proceso especulativo que no hace sino subir el precio de estos productos cuando estos ni siquiera han sido plantados. Así por ejemplo un campesino productor de maíz, pese a que este año el precio de mercado se duplique o triplique, éste seguirá recibiendo por su producto el mismo dinero del año pasado. Luego si el productor no es quien se beneficia del aumento ¿quién lo hace? Pues las grandes multinacionales distribuidoras, que son las que compran la producción a los campesinos, imponiéndoles un precio forzosamente a la baja, pues se aprovechan que son las únicas compradoras a las que puede acceder el campesino, e iniciando un enorme proceso especulativo sobre los alimentos, de forma que estos se almacenan para provocar escasez y se venden cuando los precios han subido. Estas grandes multinacionales son las únicas con la capacidad de almacenar y transportar miles de toneladas de alimentos, de forma que los gobiernos tienen que pagar el precio que ellas impongan. No es casualidad que sean los cereales los alimentos provocantes de esta crisis pues además de ser la base de la alimentación mundial son susceptibles de ser objeto de esta desbocada especulación, pues son elementos que no perecen y pueden almacenarse durante largos períodos de tiempo (cosa que no ocurre con otro tipo de alimentos, como los productos hortícolas).

Son las multinacionales dedicadas a los productos alimenticios (Cargill, Monsanto) las que están actualmente batiendo records de beneficio, a costa de que medio planeta pase hambre. A esto se le suma el papel de instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, que durante décadas han instigado un determinado ordenamiento económico a nivel internacional.

La verdadera causa de la crisis alimentaria, actual y permanente, reside en la estructura excluyente, en la inequidad del sistema capitalista, que condena a millones de seres a la marginalidad, a la pobreza y solo existe para garantizar que la riqueza siga concentrándose en los pocos millonarios y en las grandes corporaciones mundiales.

Ambas causas señaladas de la crisis alimentaria actual, tienen mucho que ver con la especulación del capital financiero internacional y el monopolio del mercado de combustibles.

Contexto y modelo

Las políticas neoliberales han tenido una dimensión global y han generalizado un modelo de agricultura y de alimentación, tanto en el Sur como en el Norte, al servicio de los intereses del capital. La función primordial de los alimentos, alimentar a las personas, ha quedado supeditado a los objetivos económicos de unas pocas empresas multinacionales que monopolizan la cadena de producción de los alimentos, desde las semillas hasta la gran superficie, y han sido éstas las máximas beneficiarias de la situación de crisis.

Académicos, consejeros políticos, conservadores, liberales y progresistas echan la culpa a «China, por comer demasiada carne» (profesor Paul Krugman, de la Universidad de Princeton y columnista del New York Times), al «crecimiento de la demanda», a «la inflación». Los progresistas señalan la desviación de la producción hacia los biocombustibles como el «biodiesel», la falta de planificación de los gobiernos y la distorsión de las prioridades (3).

El aumento de la ayuda alimentaria tiene solamente un impacto transitorio, en regiones limitadas, sobre una fracción de la población afectada. Culpar al crecimiento de la demanda obviamente exige preguntarse por la «falta de suministro» y las características estructurales (posesión de tierra, pautas de propiedad, búsqueda de rentabilidad y relaciones entre clase y estado) que le dan forma. De igual importancia es el hecho de que, incluso en aquellos lugares en los que hay alimentos que llegan al mercado, los precios de esos alimentos están fuera del alcance de la mayoría de trabajadores rurales y urbanos, campesinos y personas sin empleo. Los que critican desde el punto de vista de la oferta y la demanda omiten un análisis de clase de los «productores» que determinan el sistema de precios (según su poder oligopólico del mercado y sus criterios para obtención de beneficios) y los consumidores (trabajadores informales y formales con salarios bajos, cuyos ingresos van en declive). Los granjeros capitalistas se encuentran en una posición adecuada para proteger e incluso aumentar sus beneficios trasladando sus costes añadidos por insumos al poder de mercado más débil de los consumidores, ayudados e instigados por los regímenes políticos neoliberales del libre mercado.

Los progresistas que lanzan la culpa de la crisis a los biocombustibles (el aumento de los precios se debe al desvío de los granos y el uso de la tierra hacia la producción de combustible) no responden a las preguntas estructurales más elementales: ¿Qué clases llegaron al poder estatal y dieron forma a las políticas económicas y permitieron que se produjera este «desvío»? Los grandes préstamos privados y estatales de los años 70 debidos a la disponibilidad de préstamos baratos llevaron al crecimiento del endeudamiento. Los bancos privados, empresas y fabricantes, promotores inmobiliarios endeudados, endilgaron, gracias a sus influencias poderosas y relaciones directas con el estado, sus deudas privadas al Estado y, en último término, a los contribuyentes, un fenómeno que se describió más tarde como «socialización de la deuda privada» o «pago de la fianza al sector privado».

El Estado se vio enfrentado a obligaciones de deudas cada vez mayores (la llamada «crisis de la deuda»), acudió al FMI y al Banco Mundial para obtener préstamos y, lo que es más importante, para obtener su certificado para préstamos enormes de los bancos comerciales. El FMI y el Banco Mundial exigieron cambios estructurales fundamentales del Estado para conceder los préstamos, y estos préstamos con condiciones implicaban una completa transformación en las políticas de inversión, comercio, consumo e ingresos que tuvieron un efecto importante sobre la estructura de clases y la composición de la clase dominante.

Las exigencias del FMI y del Banco Mundial incluían la reasignación de los créditos, préstamos y asistencia técnica gubernamentales para los grandes exportadores agrícolas en bienes únicos porque ellos eran los que obtenían las divisas fuertes necesarias para devolver los créditos y enviar beneficios a los accionistas, ejecutivos y propietarios de las empresas multinacionales. El FMI y el Banco Mundial aceptaron negociar la refinanciación de los pagos de intereses y capital pendientes de los estados deudores a condición de que privatizaran y desnacionalizaran todas las empresas estatales monopolio y lucrativas. La privatización y la desnacionalización resultaron en compras extranjeras a gran escala de amplias parcelas de fértiles tierras agrícolas y en la producción y exportación de grano por parte de los oligarcas nacionales e inversores extranjeros.

El conjunto de estas políticas recibió el nombre de «neoliberalismo», un modelo que combinaba unas políticas socioeconómicas dirigidas y reguladas por el estado con el objetivo de aumentar la función y el poder de las élites extranjeras y nacionales a favor de la especialización de los mercados mundiales.

El ascenso de esta nueva configuración del poder durante los años 80 y 90 dictó las decisiones políticas y económicas clave en relación con las inversiones (sus asignaciones, sectores y subsectores), además de los mercados (internos y externos), productos (alimentos, combustibles, productos básicos) y precios (carteles oligopolísticos). El principio básico que guía a las clases dirigentes nacionales y extranjeras era la especialización en actividades complementarias en la economía mundial (lo que los economistas ortodoxos denominan «especialización basada en las ventajas comparativas»). La integración de las clases dominantes extranjeras y locales resultaba lucrativa y se apoyaban la una en la otra: el capital privado y los bienes de consumo fluían por sus circuitos financieros y de bienes de consumo internacionales.

Las consecuencias a medio plazo y a gran escala de esta nueva configuración del poder para la agricultura y la producción de alimentos se manifestaron en apenas algo más de una década. En la segunda mitad de la primera década del siglo XXI estalló una crisis agrícola sin precedentes: la influencia del sector de exportación agrícola de la clase dominante y la puesta en práctica de sus políticas en favor del «libre mercado» resultaron en el final del control sobre los precios y en su ascensión meteórica. Los precios reflejaron las relaciones sociales de producción y distribución: la dominación de los terrenos y las inversiones por los grandes agricultores capitalistas dio forma a los precios del «suministro» y al por mayor; los gigantes proveedores comerciales mundiales («los supermercados») fijan los precios para el consumidor directo. Se produjo «competencia» entre los productores y los distribuidores oligopólicos para ver quién podía hacerse con los precios más altos y los mayores beneficios.

Los exportadores agrícolas de la clase dominante terminaron con los subsidios para los agricultores productores de alimentos a nivel familiar y aumentaron los subsidios para la exportación para los productores de productos básicos esenciales. Los agricultores familiares se vieron en la bancarrota y sus tierras las compraron especuladores inmobiliarios (promotores autoproclamados) para usos comerciales, pistas de golf, complejos turísticos, comunidades de lujo con vallas de separación y bienes básicos para la exportación; los arrozales se convirtieron en clubes de campo; los precios del maíz y el trigo se doblaron en los diez meses que iban desde septiembre de 2007 y julio de 2008. Los beneficios engrosaron la cuenta de resultados de Cargill. Los beneficios trimestrales aumentaron en un 86 % hasta alcanzar los 1030 millones de dólares durante el tercer trimestre que terminó el 29 de febrero de 2008. No fue sólo un caso, como dirían los ortodoxos, de aumento de la «demanda», sino del hecho de que cientos de miles de millones de dinero de los especuladores fluyeron a los mercados de bienes de consumo. En condiciones de mercados estrechamente controlados por los grandes negocios agrícolas, las reservas de grano bajaron a sus niveles mínimos en 35 años en relación a la demanda, principalmente porque los grandes agrocapitalistas quisieron limitar el suministro de alimentos y aumentar la producción de combustible, al tiempo que derivaban capital para la especulación en productos básicos. Como resultado de la influencia de la norma de los gigantes agrocapitalistas y de sus políticas de inversión y uso de la tierra, los precios medios de los alimentos aumentaron en un 45 % entre julio de 2007 y abril de 2008 y se prevé que suban un 15 % más para julio.

La ofensiva neoliberal comenzada en los años ’80 permitió además del incremento de la explotación de los trabajadores, el acceso directo de los grandes capitales transnacionales al mercado de las materias primas junto con un importante descenso en los precios. Nuestra hipótesis es que se libró una nueva batalla del gran capital por el control del mercado de productos básicos que fue reconfigurado, abriendo paso y potenciando, el impacto de los factores que hoy aparecen como emergentes de la llamada “crisis alimentaria” (4).

Esta reconfiguración del mercado que particularmente durante los ’90 y los primeros años del ciclo de crecimiento del presente siglo, contribuyó a la recuperación de la tasa de ganancia, se estaría manifestando hoy como una contradicción que en el período próximo podría precipitar su caída. En este último sentido podría actuar también la escalada astronómica del precio del petróleo estrechamente asociada a la inestabilidad geopolítica derivada de la conflictiva relación de Estados Unidos con Irán y la caótica situación Iraquí.

Las exigencias de liberar los mercados de capitales, reducir gastos estatales, privatizar empresas y fuentes de materias primas para ser apropiadas por los grandes capitales transnacionales, fueron constantes en este período. La exigencia de reducción de los gastos estatales como forma de pago de las deudas externas estuvo asociada en muchos países a la eliminación de subsidios para semillas y fertilizantes, destinados a sostener la producción de alimentos básicos de la población. Los casos de México, Filipinas o Haití (previamente autosuficientes en la producción de sus productos básicos alimentarios), resultan elocuentes. La combinación de eliminación de subsidios, apertura comercial y libre entrada de capitales devino en la liquidación de las pequeñas economías campesinas y la entrada de los mismos productos a muy bajos precios (gracias a fuertes subsidios estatales) provenientes por ejemplo de Estados Unidos.

La distribución de las importaciones de maíz desde EEUU fue monopolizada en México por empresas transnacionales como Cargill. Luego de la puesta en marcha del TLC en 1994, el precio del maíz se redujo a la mitad y México devino importador neto de ese grano. Gracias a la injerencia de la Organización Mundial del Comercio, Filipinas terminó como importador neto de arroz, corriendo Haití la misma suerte, pasando a importar en la actualidad el 80% desde Estados Unidos. Como resultado, el 70% de los países pobres son hoy importadores netos de alimentos. Las políticas de los organismos internacionales privilegiaron además los cultivos de exportación que generaban abundantes divisas destinadas al pago de las deudas externas. El Banco Mundial destinó ayudas especiales a los gobiernos para este tipo de cultivos que pasaron a ocupar las mejores tierras. El estímulo de la conversión a los monocultivos de exportación, aún en países como Argentina que continúan siendo autosuficientes en la producción agroalimentaria, resulta sintomático. Monocultivo y dependencia de las poderosas firmas que, como Monsanto y Syngenta, monopolizan los avances en ingeniería genética manteniendo el control sobre las patentes de semillas transgénicas, fertilizantes y pesticidas, son aspectos que van unidos.

A lo largo de tres décadas se impuso una reconfiguración del mercado de alimentos y materias primas que destruyó el carácter autosuficiente de muchos países. Este proceso fue acompañado por el desarrollo de un mercado de estos productos cada vez más oligopólico y controlado por el capital internacional. En principio se verificó un descenso en el precio de alimentos y materias primas que operó aproximadamente hasta el año 1998 y que constituyó un factor que, combinado con el aumento de la explotación de los trabajadores, propició el incremento de la tasa de ganancia del capital, abriendo paso a una recuperación relativa de la depresión sufrida desde los años ’70.
Las empresas transnacionales de agronegocios y los cárteles de productos básicos que controlan el comercio agrícola y alimentario como Cargill, Bunge y Archer Daniel Midland, anunciaron en 2008 que sus ganancias se habían incrementado 86% respecto de 2007, 49% respecto de 2006 y 42% respecto de 2007, respectivamente. Louis Dreyfus (Francia), un comerciante privado de commodities agrícolas, con ventas anuales que superan los US$ 22.000 millones, que no aporta información acerca de sus ganancias.

Por otro lado, las compañías oligopólicas que distribuyen casi todo el combustible del mundo, procuran alternativas que les permita seguir controlando el mercado mundial, por ello vuelcan capitales en la producción de los llamados biocombustibles y el gas natural. Procurando con el primero reducir su dependencia de los países productores al tiempo que siguen controlando los mercados.

Círculo vicioso que adjudica el origen del alza del precio de los alimentos ya sea al aumento de la demanda de China e India, a las inclemencias del clima, a la depreciación del dólar, al incremento de la producción de biocombustibles o a la especulación financiera desatada sobre los precios de las materias primas particularmente a partir del estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos. Negar la influencia relativa de estos aspectos en la variación de los precios sería absurdo, pero pretender adjudicarle a cualquiera de ellos o a sus posibles combinaciones la causa última de tamaña irracionalidad, constituye, por decir lo menos, una burla hacia los trabajadores y los millones de pobres y hambrientos del mundo.

Es preciso avanzar en una definición certera del rol que ocupan los alimentos junto a otros productos como el petróleo, el hierro, el acero, el cobre, etc., en el modo de producción capitalista. En primer lugar los cereales y oleaginosas, la leche, el azúcar, entre otros, no constituyen sólo bienes de consumo de la población, sino que representan al igual que el petróleo –que a su vez cumple un rol clave en la producción de los restantes productos primarios-, determinantes claves del precio de los salarios, materias primas y materiales intermedios en la producción capitalista. Cuando se habla de “alimentos” o de “petróleo” hay que pensar en dos clases sociales: una desposeída de todo medio de producción (los trabajadores y el pueblo pobre) para la cuál estas determinaciones representan comida, medios de transporte, calefacción es decir, medios de consumo indispensables para satisfacer sus necesidades básicas; otra, propietaria de los medios de producción (la clase capitalista) para la cuál “alimentos” y “petróleo” entre otros, representan fundamentalmente pago de salarios y materias primas o costos de producción (salvo en el caso de los capitalistas que los producen, para quienes representan el “producto final”).

Los ingresos de las 50 mayores empresas del mundo son más elevados que la renta conjunta de 160 países, y el gasto militar mundial es 20 veces superior al dinero necesario para erradicar el hambre. No es casual que, en la estructura del mundo capitalista imperialista, los países atrasados han tenido escaso desarrollo industrial, resultando la mayoría de las veces, fundamentalmente productores de materias primas.

Desde el año 1990 al 2005, un 3% de la superficie forestal mundial, es decir casi 13 millones de hectáreas (130 mil kilómetro cuadrados), o lo que es lo mismo, casi tres veces el tamaño de la República Dominicana, ha sido destruida entre otras actividades principalmente para dedicarlas a la agricultura. Casi 200 kilómetros cuadrados se deforestan en el planeta cada año.

Voces de alerta

En el transcurso del año 2008 buscando alternativas para la acuciante situación, se han realizado diversas reuniones entre las que se destacan:

- Reunión extraordinaria de la ONU en Berna:

En Berna-Suiza, entre el 24 al 28 de abril de 2008, el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon (5), convocó sin acceso a la prensa y al público, a los jefes de 27 agencias internacionales, incluyendo al del Banco Mundial, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) (6) y la Organización Mundial de Comercio (OMC), para coordinar medidas que alivien la crisis global de alimentos, e intentar esbozar un plan para detener la hambruna que puede originar esta crisis causada, según la ONU, por los biocombustibles o la especulación. Los líderes de Naciones Unidas se reunieron para delinear una solución a las fuertes alzas de los precios de los alimentos, que han causado hambre y disturbios alrededor del mundo (7). La reunión de Ban con las agencias se celebró en la sede de la Unión Postal Universal (UPU), que este año cumple su 60 aniversario.

El pánico por los limitados suministros de arroz, que se han ajustado por las restricciones fijadas por Tailandia, Vietnam y la India, ha incitado olas de compras en varios países asiáticos.

Es de una urgencia absoluta, según el experto en derechos humanos de la ONU, Jean Ziegler (8). El relator especial de la Organización de las Naciones Unidas para el Derecho a la Alimentación calificó de "auténtica tragedia" el aumento del precio de los alimentos y pidió fondos suplementarios para atajar el hambre. Culpó del drama a los biocarburantes, a las "políticas aberrantes" del Fondo Monetario Internacional (FMI) y a la especulación. No dudó en calificar la producción de biocarburantes de "crimen contra la humanidad". Tampoco ahorró críticas a organismos como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y acusó a su director, Pascal Lamy, de tener una línea de trabajo, "totalmente contraria a los intereses de los pueblos mártires del hambre, porque son los pagos proteccionistas los que permiten a los campesinos cultivar alimentos".

Calificó igualmente al FMI de seguir "políticas aberrantes" por desarrollar cultivos de exportación para reducir la deuda exterior en detrimento de las "agriculturas de subsistencia", y abogó por el fin de los "cultivos coloniales" (9).

Dentro del aluvión de críticas, consideró positivo el "cambio de postura" del director del FMI, Dominique Strauss-Khan, quien ha invitado a los gobiernos "a dar una prioridad absoluta a los cultivos alimenticios".

En lo inmediato, ha pedido a los donantes del Programa Mundial de Alimentos que aumenten sus donaciones porque “en tres meses [la FAO] ha perdido el 40% de su poder adquisitivo” por la subida de los precios. Ha recordado que 75 millones de personas en el mundo “dependen para su supervivencia de que reciban los suministros del PAM”.

Ha ofrecido datos: Según la FAO, en el último año el precio de los cereales, especialmente el trigo, ha aumentado un 130%; el del arroz un 74%, el de la soja un 87% y el del maíz un 53%. Por ello, abogó por una “moratoria total e inmediata” durante al menos cinco años en la producción de biocarburantes. En la lucha contra el cambio climático aboga por potenciar el transporte público y otras fuentes de energía. “El derecho a la vida y a la alimentación es el que prima”, ha dicho.

Además subrayó que, "si en Europa una familia dedica un 10% de su presupuesto a la alimentación, en el mundo en desarrollo esa proporción puede llegar al 90%". El polémico analista destacó los casos trágicos de Gaza y Darfur y advirtió de que "millones de personas pueden morir de hambre en los próximos meses" si no se toman medidas. En un oscuro vaticinio, afirmó que "las revueltas del hambre que han tenido lugar ya en 37 países van a intensificarse, y el número de personas afectadas por la malnutrición va a aumentar en los próximos cinco a seis años".

En concreto, ha criticado a EEUU, que dedicó el año pasado un tercio de su cosecha de maíz a bioetanol, y a la UE, por su directiva según la cual en 2020 un 10% de su combustible debe venir de los biocarburantes, para lo cual, tendrá que importar productos agrícolas de África, “que ya está golpeada por el hambre”.

Sostuvo que, la especulación “es responsable del 30% de la explosión de los precios”, especialmente la Bolsa de Valores de Chicago, donde los fondos de productos básicos dominan el 40%. Finalmente, ha culpado a la política “aberrante” del FMI por desarrollar culturas de exportación para reducir la deuda externa en detrimento de agriculturas de subsistencia.

La ONU ha denunciado ya en varias ocasiones que el cultivo de plantas para producir biocombustibles hace que suban los precios de esos productos, algunos de los cuales son básicos para la alimentación. A ello se suma la especulación con esos productos en mercados internacionales. Todo ello, para desencadenar una crisis que Ziegler ha calificado de “auténtica tragedia”. Además de Moon, estuvieron presentes, entre otros, la directora del Programa Mundial de Alimentos, Josette Sheeran, el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick (10), el director de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Jacques Diouf (11), y el presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo de la Agricultura, Lennart Bäge.

En una rueda de prensa celebrada tras un encuentro con los directivos del Banco Mundial, Ban Ki-moon ha hecho un llamamiento urgente a la comunidad internacional para que done 2.500 millones de dólares, unos 1.600 millones de euros, para hacer frente a la crisis alimentaria. El objetivo es cubrir las necesidades de financiación inmediata del Fondo de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), de 1.700 millones de dólares, y del Programa Mundial de Alimentos (PAM), que requiere 775 millones de dólares. Sólo así se podrá evitar una catástrofe y afrontar la crisis, afirma el representante de la ONU.

- Reunion de la FAO en Roma

En Roma, entre el 3 al 5 de junio de 2008, bajo el auspicio del Fondo de la ONU para la Agricultura y la Alimentación –FAO-, se desarrolló la Cumbre sobre Seguridad Alimentaria Mundial y los Desafíos del Cambio Climático y la Bioenergía" como oportunidad histórica en hacer una práctica cotidiana la lucha contra el hambre y la pobreza en el mundo.

El Índice de Precios de los Alimentos de la FAO, que mide los precios del mercado de los cereales, los lácteos, la carne, el azúcar y los aceites, reflejó en marzo un alza del 57 frente al mismo mes del año pasado. El malestar por esas escaladas -que han afectado con mayor dureza a los más pobres del mundo- ha desatado protestas, huelgas y disturbios en países que incluyen a Camerún, Mozambique, Senegal, Haití, Bangladesh, Indonesia y Afganistán.

La FAO estima que para 2015 el hambre afectará a 100 millones de personas más, por lo tanto, los gobiernos deben asumir toda la responsabilidad por la actual crisis y tomar medidas radicales para resolverla.

Bajo el principio del "libre comercio" los alimentos son considerados ahora mercancías iguales a cualquier otra, sujetas al afán de lucro y a los juegos financieros. Las alzas actuales de los precios se deben principalmente a la especulación de grandes comerciantes e inversores, porque ahora la producción de alimentos compite con la de agrocombustibles, lo que empeora la crisis, igual que el cambio climático.

Además, los gobiernos han desmantelado las políticas agrarias que apoyaban la producción de alimentos y ahora en cambio apoyan a las compañías transnacionales que producen semillas, pesticidas, fertilizantes y alimentos, para que sigan fortaleciendo su control de la cadena alimentaria. El desarrollo de la agricultura industrial ha destruido el medio ambiente y sobreexplotado los suelos, y contribuye enormemente al calentamiento global (genera entre 17.4 y 32% de los gases de invernadero). Mientras tanto, muchas familias de agricultores han sido expulsadas de sus campos y empujadas a la pobreza. Con base en esa experiencia, los agricultores y pequeños productores de alimentos hoy rechazan las promesas de lo que llaman "Nueva Revolución Verde" y las semillas "milagrosas" como los OGM.

Los pequeños agricultores familiares y productores de alimentos reunidos en La Vía Campesina lamentan que se impida la participación de la sociedad civil en la reunión de alto nivel de la FAO, y advierten a los jefes de estado que es hora de que los gobiernos se concentren en la producción sostenible de alimentos en pequeña escala y en los mercados locales. Eso permitirá que los suelos se regeneren, así como ahorrar combustibles y reducir el calentamiento global. Además dará empleo a millones de agricultores, pescadores, pequeños ganaderos y todos los que están alimentando a la población del mundo.

Según datos de la FAO, en el último año el trigo se ha encarecido un 130%, el arroz un 74%, la soja un 87% y el maíz un 53%. En declaraciones a la prensa, el director general de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), Jacques Diouf, dijo que la actual crisis de los precios de los alimentos no vino de la nada, llegó porque la gente no escuchó. Durante años pedimos más ayuda para los agricultores de los países pobres, pero fue prácticamente ignorado. No se hizo lo necesario para corregir el problema del hambre, de la pobreza y ahora las consecuencias están en un nivel social y político, la gente está saliendo a las calles, apuntó el titular de la FAO. (Dar de comer a los 862 millones de personas que pasan hambre en el mundo costará 30.000 millones de dólares al año). Así lo ha dicho el director general de la FAO, Jacques Diouf, en la apertura de la cumbre de seguridad alimentaria (12).

La FAO estima que 862 millones de personas padecen hambre en el mundo, de las cuales 830 millones están en las naciones en vía de desarrollo. Estima además, que los Países de Bajos Ingresos con Déficit de Alimentación (PBIDA) pagaron en el 2007 por alimentos importados un 25 por ciento más que el año anterior, esto es una cifra superior a los 110 mil millones de dólares.

Jacques Diouf ha afirmado que la seguridad alimentaria es un problema de "naturaleza política". Ha insistido en que hace falta "tomar rápidamente las decisiones valientes que sean necesarias" para no poner a la población mundial "en una situación peligrosa". "El tiempo de los discursos se ha acabado ya, es el momento de la acción", ha subrayado el director general de la FAO. Si no se actúa, el impacto "del cambio climático y la especulación sobre los mercados pondrá al mundo en una situación peligrosa".

El responsable del organismo ha criticado hechos como que se cree un mercado de emisiones de carbono de 64.000 millones de dólares en países desarrollados y que no se pueda obtener financiación para evitar la deforestación en los países en desarrollo; ha destacado que la cumbre es "una oportunidad para revisar las políticas", que deben tanto "responder inmediatamente a los altos precios" como "aumentar la seguridad alimentaria mundial a largo plazo".

Mientras en México se registraron varias manifestaciones en protesta por el incremento en el precio de la tortilla, los italianos declararon a mediados de la semana una huelga sin pastas, mientras en Alemania se vio correr más de una lágrima en decenas de personas a la hora de beber una inalcanzable jarra de cerveza.

Los pronósticos para el presente, no son nada halagüeños, ya que los expertos calculan una existencia de 420 millones de toneladas, la más baja desde 1983, por lo que bien podrá pensarse ya en un incremento del hambre para el llamado Tercer Mundo.

A esta situación se suma este año la profundización de la política norteamericana de los biocombustibles a partir de cultivos como el maíz. (Hoy en Estados Unidos, se destina el 30 por ciento de la producción del maíz a biocombustibles), dijo recientemente Frank Messias, profesor y economistas de la Universidad de Columbia. Subrayó que si se aumenta el precio del maíz, automáticamente también sube el costo de los alimentos de todos aquellos animales que el hombre consume y cuya dieta incluye los granos que contienen maíz. De todos modos, vaticinó que próximamente el mundo verá el reemplazo del maíz u otros cultivos como soja o caña de azúcar para la elaboración de estos combustibles.

El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, por su parte, ha hecho un llamamiento para aumentar en un 50% la producción de alimentos hasta 2030 para frenar el hambre del mundo. Entre las medidas que ha recetado Moon para alcanzar esos objetivos ha destacado "el aumento de la asistencia a través de la ayuda en comida, vales o dinero" y "el ajuste del comercio y de las políticas de fiscalidad para minimizar las restricciones y las tarifas a la importación".

Por ese motivo, ha rechazado las "limitaciones impuestas a la exportación" por algunos países que pueden "distorsionar los mercados y subir los precios". Moon ha solicitado "el levantamiento de esas restricciones a la exportación" a todas las naciones que la han impuesto.

También se refiere a la carestía de alimentos, otra de las causas, junto con la alta demanda, la especulación y el proteccionismo, del alza de precios. La población mundial aumenta y el desarrollo de países como India o China incrementa el número de personas con capacidad de consumir mucho.

También ha exigido pasar de las palabras a la acción y ha pedido un consenso mundial para la utilización de los biocombustibles (13).

Sin embargo, la producción agrícola global está en niveles bajos. Por ello, Ban Ki-Moon ha destacado la necesidad de aumentar la producción de alimentos un 50% de aquí al año 2030, algo que, según calcula, costará entre 15 mil y 20 mil millones de dólares anuales a los países en desarrollo y donantes.

El Plan

Con motivo de la Cumbre organizada por la FAO sobre Seguridad Alimentaria (14), el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick, ha propuesto en un artículo del Financial Times, un plan de acción con diez puntos básicos para atajar la crisis.

Para Zoellick, esta tarea no es fácil, dado que el nexo de unión entre los altos costes de la energía y el de los alimentos se verá reforzado por el cambio climático. A su juicio, esta relación ha llevado al aumento de la producción de biocombustibles y al incremento en el coste del transporte de la agricultura, así como a la disminución de las reservas de los alimentos. Ésta es su propuesta:

Se debería acordar financiar totalmente las necesidades de emergencia del Programa Mundial de Alimentos, apoyar la compra de alimentos en la zona y garantizar la libre circulación de la ayuda humanitaria.

Apoyo de redes de seguridad para poder distribuir alimentos en las escuelas, ofrecer alimentos a cambio de trabajo, de modo que se pueda acceder rápidamente a aquellos en situación más severa.

Trabajar con la sociedad civil y los donantes bilaterales con ayuda de la FAO, del Fondo de Desarrollo Agrícola y los bancos regionales de desarrollo.

Impulsar la agricultura, aumentando la oferta y el gasto en investigación.

Invertir en la Agroindustria para que pueda actuar el sector privado en toda la cadena de producción.

Desarrollar instrumentos innovadores para la gestión de los riesgos y los seguros de cosechas para los pequeños agricultores.

Sugiere la eliminación de las ayudas a los biocarburantes

Aboga por que se supriman los subsidios agrícolas

Ayuda de EEUU y de Europa para suavizar las subvenciones y los aranceles sobre biocarburantes derivados del maíz cuando los precios son altos. El corte en los aranceles de importación de etanol en los EEUU y en los mercados de la UE fomentará la producción de caña de azúcar, así los biocarburantes no competirán con la producción de alimentos.

Eliminar la prohibición de las exportaciones que ha dado lugar a aún más altos precios mundiales. Recientemente La India ha relajado sus restricciones, pero 28 países han impuesto estos controles.

Se deben eliminar las distorsiones de los subsidios agrícolas y arancelarios. Nunca ha sido más necesario la necesidad de normas acordadas multilateralemente, debemos conseguir un comercio mundial de alimentos más flexible, eficiente y equitativo.

Debería existir una mayor acción colectiva para contrarrestar los riesgos mundiales. Los problemas de interconexión entre la energía, el agua y los alimentos serán los conductores de la economía y la seguridad mundial.

Además, Zoellick ha recordado que el Banco Mundial ha aprobado "por la vía rápida" una ayuda de 1.200 millones de dólares para hacer frente a la necesidades inmediatas derivadas de la crisis, incluyendo 200 millones para subvenciones a países especialmente vulnerables (15).

El FMI y el Banco Mundial alertaron acerca que el alza en los precios de los alimentos, como el trigo y el arroz, pueden llevar a 100 millones de personas a la pobreza y generar inestabilidad política, como ocurrió recientemente con protestas en Haití y en algunos países de Africa y Asia.

Conclusión

Los efectos de la crisis alimentaria en ambos extremos del planeta son difícilmente comparables. En el Norte, tan sólo destinamos entre uno 10 y un 20% de la renta a la compra de alimentos, mientras que en el Sur esta cifra se eleva al 50-60% y puede llegar incluso hasta el 80%. Pero esto no quita la importancia de señalar también el impacto de esta subida de los precios entre las poblaciones de aquí, mientras que los beneficios de las multinacionales siguen aumentando y los gobiernos defienden una mayor liberalización económica.

En diez países de Africa y Asia, este problema ya ha ocasionado disturbios. En Pakistán y Tailandia, el ejército se encarga de evitar robos y saqueos en los campos de cereales y los almacenes (16).

Durante los años 2007 y 2008, los países más pobres del mundo tuvieron que pagar en torno a un 65% más por sus importaciones de cereales, y en algunos países africanos el incremento llegó a alcanzar un 74%, según los cálculos de la FAO. «Los países pobres del mundo gastarán unos 38 700 millones de dólares en importación de cereales este año, el doble de la cantidad que pagaron hace dos años por las mismas cantidades y un 57 % de aumento en relación con 2007.» Cita del senador estadounidense Byron Dorgan en la FAO (17).

Actualmente, todos los bancos internacionales importantes (el FMI, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco de Desarrollo Asiático, etc.), todos los periódicos y los medios de comunicación financieros importantes se han visto obligados a reconocer que está teniendo lugar una crisis alimentaria importante, que cientos de millones de personas están abocados al hambre, la desnutrición y a la muerte por inanición. Se han realizado llamadas a conferencias mundiales, se han declarado emergencias nacionales a raíz de los desórdenes provocados por millones de personas en casi cincuenta países que han amenazado con desbancar sus regímenes políticos y han aumentado las tensiones sociales incluso en los países más dinámicos y con mayor crecimiento, como China o la India. Incluso en los países imperialistas de América del Norte y Europa, la combinación de la escalada en los precios de los alimentos y el estancamiento de los salarios, las expulsiones de sus hogares y los pagos de las deudas amenazan a los regímenes en ejercicio y aumentan las presiones sobre todos los gobiernos para tomar acciones urgentes.

El orden mundial, desigual e injusto que condena a tantos seres a la pobreza y el hambre, también provoca una destrucción colosal de los recursos naturales y la contaminación del ambiente, desatando procesos de degradación ambiental mundial como el cambio climático.

Si bien la resultante en las condiciones actuales son altas ganancias para las empresas que operan en toda la cadena de producción y comercialización de materias primas, se plantean dos tipos de alerta sobre el devenir de la economía capitalista. Por un lado los “levantamientos del hambre” en más de 20 países representan una amenaza desde los “bordes” para la estabilidad del capitalismo mundial. Por el otro, y como planteamos al principio, los precios de las materias primas son un factor importante en la determinación de la tasa de ganancia de los sectores capitalistas no ligados directamente a su producción.

El problema no es que falten alimentos en el mundo (el pasado año hubo un récord mundial de cosechas de cereales), sino que estos están en el lugar inadecuado y a un precio que los más pobres no se pueden permitir. Para ellos, es necesaria una nueva revolución que no dé el pescado a los pobres, sino que les enseñe a pescar: menos alimentos traídos del exterior y mayor desarrollo de la agricultura en los propios países en desarrollo.

La crisis alimentaria actual, tienen mucho que ver con la especulación del capital financiero internacional y el monopolio del mercado de combustibles. Ahora más que nunca, con más urgencia que nunca, los seres humanos y el planeta mismo reclaman cambios radicales y revolucionarios. www.ecoportal.net
Plantilla original blogspot modificada por plantillas blog