miércoles, 8 de julio de 2009

Greenpeace Fashionista

El viejo chiste “lo que está en el suelo no se recoge” pierde sentido al ver sus modelos. Colillas de cigarros convertidas en chalecos, bolsas plásticas en botines y revistas viejas en carteras son los nuevos logros del diseño joven en Chile. Km Cero te los muestra en esta vitrina.

Para estar a la moda ya no hay que matar animales ni buscar materiales exóticos: basta con dar una vuelta por la cuadra y ver el potencial de la basura. El usar fibras en su estado natural, procesos que no dañen a la naturaleza, tintes que no sean químicos y materiales reciclados o reutilizados son parte de la moda ecológica que día a día suma más adherentes.

Aquí sirve todo. Las latas de bebidas se transforman en carteras, las letras de teclados en joyas, las bolsas de té en aros, los carteles de películas en bolsos. La lista puede crecer hasta donde lo permita la imaginación.

Según Valeria Navarrete, diseñadora industrial de 24 años, la gente está tomando conciencia de que una forma de ayudar al medio ambiente es reciclar y preferir estos productos. “Muchas veces, incluso resultan más interesantes que los tradicionales y eso llama mucho la atención de personas que prefieren alternativas a lo común”, explica.

Diseñadores y arquitectos que “la llevan” en estas tendencias concuerdan en que los productos hechos a partir de materiales reciclados tienen una estética “más estilosa” y exclusiva que los realizados con materias primas. “Actualmente, no basta con que un producto sea innovador o estéticamente bello; debe tener algo que deje al consumidor feliz. Esta moda viene a saciar esta necesidad”, dice la diseñadora Alexandra Guerrero.

Kilómetro Cero se metió en su closet para sacar tres opciones para combinar estilo y cuidar el planeta a la vez:

Un pucho importante

A todos los lugares donde iba a Alexandra Guerrero le llamaba mucho la atención una cosa común y cotidiana: la gran cantidad de colillas de cigarros botadas. “La gente fuma y fuma y no tiene consciencia. Es conocido que provoca daños a la salud y contamina el aire. Este proyecto pretende crear conciencia en los fumadores para que se hagan responsables de sus desechos; desde el envoltorio de la cajetilla hasta las colillas”, dice esta diseñadora de vestuario de 25 años. Por eso, creó Mantis, y desde el 2008 se dedica a recoger cada una de las colillas que se le cruza al frente. Los desechos del cigarrillo son una de las materias primas más importante en la creación de sus diseños textiles.

Luego de pasar por un proceso de purificación, limpieza y desmenuzamiento, están listas para ser usadas. “Todo es un proceso muy artesanal que realizo en mi casa”, dice. Alexandra incorpora las fibras de las colillas teñidas a lanas de oveja o alpaca, y las usa como un hilo más.
La instrucción del profesor de taller de Camila Labra fue clara: “Deben realizar un objeto cotidiano con materiales inusuales”. Camila no sabía qué ocupar, hasta que notó la gran cantidad de bolsas plásticas que se acumulaban. Entonces, recordó que la gente usaba bolsas en los pies para proteger los zapatos de la lluvia. “El plástico es un material barato, resistente, liviano, flexible, impermeable, no provoca daños a la piel y no es tóxico. Además, se puede reciclar”, explica.

Así nacieron las Botas Dacca. El nombre proviene de la capital de Bangladesh, una de las más contaminadas por bolsas plásticas.

El proceso lo realiza ella y demora 15 días desde que le hacen el pedido. Lo primero es cortar, para obtener los trozos deseados. Luego, las funde y transforma en moldes que se acomodarán a las botas. Así es como Camila fabrica calzados impermeables y aprovecha los estampados de las bolsas para jugar con el diseño de los logos y colores institucionales. Con ocho bolsas plásticas más suelas con taco de zapato, fabrica un par de botas que vende a $22 mil pesos.

Si bien hasta ahora tiene solo un modelo disponible, está trabajando en hacer botas planas, carteras y bolsos del mismo material.

Por ahora, Dacca es más un proyecto que un negocio. “Será rentable en el momento en que comience a generar nuevos productos. Cuando le saque más partido al material será realmente rentable; hacer sólo las botas es más bien un gusto”, comenta Camila.

Carteras de origami

Accesorio imprescindible en toda mujer, las carteras hasta hoy eran de cuero, plástico y género. Pero ahora también las hay de papel. Su marca es Matvolta (’materiales’ y ‘vuelta’), creada por las diseñadoras industriales Valeria Navarrete y Paula Vidal. “La idea era darle una vuelta a los materiales de desecho; en nosotras existe una conciencia ambiental importante”, dice Valeria.

Los colores y diseños de las revistas de moda les llamaron la atención; en especial porque, una vez leídas, terminaban en el basurero. Le quisieron salvar de los vertederos y fabricaron carteras a partir de ese papel. “Primero seleccionamos las hojas de revista según los colores que necesitamos, luego cortamos los papeles de los distintos tamaños que ocuparemos y los plastificamos. El plegado consiste en una antigua técnica y está a cargo de una niña que contratamos para eso. Debe ser muy cuidadoso y tener en cuenta la combinación de colores. Armamos los productos, arreglamos los últimos detalles y formamos una cartera”, dice Valeria.

Aunque el papel es frágil y poco duradero, tiene gran potencialidad como materia prima para las carteras. “Es muy resistente y, como cada tamaño está pensado para distintas situaciones, puede soportar el peso”, dice la diseñadora industrial.

Sin embargo, ellas no cuentan con la exclusividad de la técnica, por lo que no siempre es un verdadero negocio. “Las ganancias dependen de la temporada, hay meses en que resulta rentable y otros en los que no tanto, pero tenemos claro que cuando se empieza a trabajar como microempresarias las cosas al principio cuestan”, agrega Valeria
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